
Género: Novela
El grito
LA POLLERA, Santiago de Chile, 2017
Cuatro relatos traman esta novela que hurga en un pasado sórdido para intentar explicar un presente desolador. Ha dicho la crítica: “Es un país roto, en llamas, un continente también. Metonimia que provoca leer la novela desde sus múltiples símbolos e intertextos presentes desde el título de los cuatro capítulos que componen el libro: Marat- Sade/ Luxemburgo/ Warhol/ Nietzsche. Y es que desde el cuerpo y sus políticas, el arte y la filosofía, los sujetos aquí descritos, el escenario aquí descrito, entrama el pulso de su época, su soledad y la decadencia de una clase media que quisiera no ver lo que ocurre fuera de su departamento. El descalabro que significó el corralito del 2001 pone en tensión a Argentina y nadie queda libre del humo de los neumáticos de las barricadas que impone la calle”. (Priscilla Cajales, El ciudadano)
Críticas
“La Buenos Aires de fines del 2001, un fondo dificilísimo que Florencia Abbate logra abordar con enorme sutileza y acierto: la denuncia declamatoria y asertiva a la que el tema nos tiene acostumbrados desaparece para dar lugar a un murmullo subterráneo que no por tal pierde su poder de socavarlo todo, con una prosa límpida que no por eso renuncia a la traza de poeta de la autora, y con una mirada despojada de clichés pero no de intensidad”.
“Un poco a la manera de Dublineses, de James Joyce, pero más aun al modo del estilo de Guillermo Arriaga –el novelista mexicano autor de los guiones de Amores perros y 21 gramos– el contundente relato amplio de El grito se inspira en las reuniones fugaces de lo separado”.
La virtud principal es que los relatos atrapan mientras se leen, producen sorpresas mezcladas (argumentales y estilísticas) y se cierran con contundencia o sabia sutileza (…) Son voces que ya estaban en esquirlas antes de que las alcanzara la explosión, y que producen relatos que en vez de ordenarlas son ellos mismos estallados. Vale la pena meterse en esta novela”.
“El grito propone nada menos que la salvación, no por sugerir la compra de alguna de las ofertas del mercado del cielo o la causa, o porque oriente al ideal filantrópico en comandita, sino por la llegada de un otro con el que mirarse a los ojos sin la promesa de una fundación y con la certeza de que en el cielo de El grito (el cuadro), tras su rojo de sangre –el modernismo ha muerto, ¿cómo podría haber cursilería?–, yace la eterna metáfora del amanecer después de una tormenta”.